La ansiedad y el estrés
Ansiedad” y “estrés” son términos que a menudo se confunden, ya que la frontera entre ambos no siempre está clara ni siquiera para los profesionales. Además, en los últimos años se ha popularizado tanto la palabra “estrés” que la utilizamos indistintamente para cualquier alteración del estado emocional, por leve y pasajera que sea.
Como siempre es bueno para todos hablar con la mayor propiedad posible, veamos si podemos contribuir a tener un poco más claros estos conceptos:
El estrés (adaptado del inglés “stress”, presión) es una respuesta natural del organismo, que reacciona ante una situación que requiere un esfuerzo importante o que percibimos como una amenaza. Por ejemplo, si nos encargan un trabajo urgente, si se acercan los exámenes o si intuimos algún peligro.
Ante eso, el organismo empieza a segregar cortisol y adrenalina, una substancias que hacen que nos suban los niveles de glucosa en la sangre, a fin de que nuestro organismo pueda disponer de energía extra ante una “situación de peligro”. Asimismo, hacen aumentar el ritmo cardíaco y la frecuencia de la respiración. También dilatan los bronquios para que el oxígeno entre mejor.
Este estrés saludable – llamado también eustrés o estrés positivo- facilita nuestra respuesta física y mental ante cualquier “desafío”, y cesa automáticamente cuando desaparece el problema.
Ahora bien, si no cesa porque las situaciones de tensión se van “cronificando”, se nota una inquietante sensación de pérdida de control y entonces hablamos de distrés – o estrés negativo-, un estado continuo de tensión que repercute de forma evidente en la salud y en el bienestar y que puede favorecer la aparición de enfermedades psicosomáticas.
En cambio, la ansiedad no tiene una relación causa-efecto directa. Podríamos decir que es un estado de “angustia permanente” que, en principio, no responde a ningún motivo concreto. Se trata de un problema psicológico/emocional que aparece por factores internos como pueden ser los pensamientos negativos o el miedo a algo que tememos, pero que no ha ocurrido. Ésta es precisamente la gran diferencia con el estrés que, como hemos explicado, sí tiene siempre motivos reales, identificables y suficientes.
La ansiedad suele manifestarse con dificultad para la concentración, mal humor, sentimiento de soledad, dificultad para respirar, alteraciones del sueño y una sensación general de miedo que crea mucho malestar y que, en algunos casos puede dar pie a ataques de pánico.
En ambos casos, distrés y ansiedad, siempre es aconsejable no dejar pasar el tiempo y buscar ayuda profesional para aprender a gestionar el tema y a solucionarlo de la mejor forma posible.